PARAR LA LOCOMOTORA MINERA
CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
Bucaramanga, Marzo 18 de 2013
Doctor
JUAN MANUEL SANTOS CALDERÓN
Presidente de la República
E. S. D.
Respetado Presidente:
El viernes 15 de marzo de 2013, se escucharon 100.000 voces en las calles de la ciudad de Bucaramanga. La Ciudad Bonita de Colombia, la Ciudad Amable y Cordial, la Ciudad que hoy ve amenazado su destino. Desde los balcones, mujeres, niños, niñas y jóvenes animaban el paso de los marchantes, batiendo la bandera colombiana.
Todos y todos unidos en un solo clamor: ¡SANTURBAN SE DEJA QUIETO! ¡NO MÁS MEGAMINERÍA EN EL PÁRAMO! ¡PARAR LA LOCOMOTORA MINERA!
Fue ésta una convocatoria cívica y pacífica, capaz de romper el manto de mentira y difamación, tendido para silenciar la protesta ciudadana. Nada pudo hacer el ruido contrainformativo.
Señor Presidente: razón de vida y defensa constitucional, son suficientes para emprender esta tarea de resistencia civilista. En otro sentido, tal vez sea este gesto ciudadano el mejor aliado para todo gobierno que pretenda salvaguardar la soberanía. Palabra que en el diccionario de la historia nacional, ostenta la corona del uso y el abuso. Retórica discursiva en un país de mascaradas. Basta ver los escudos de las compañías extranjeras y las banderas bursàtiles de las alforjas internacionales, campeando como Pedro por su casa en la niebla santurbana.
Allí donde debiera izarse la bandera de la inteligencia nacional, el espíritu científico, tecnológico y protector ambiental de una Colombia libre y autodeterminadora; se clava mondo y lirondo el colmillo de las multinacionales.
Sabe usted que en la tierra santandereana no tragamos entero. Comemos cabrito pero no carreta en salsa de cianuro. La amnesia y el alzhaimer son males que tenemos controlados para bien de la memoria histórica regional.
Mucho nos queda del comunero José Antonio y el grito autitributarista de Manuela Beltrán. La gallarda rebeldía de Antonia Santos Plata que usted recuerda familiarmente, cada vez que pisa esta tierra arisca pero amable, hace parte de un genoma de pensamiento independientista, difícil de borrar.
De ellos aprendimos en la escuela pública, que la dignidad se conquista cuando el pueblo hace frente a quienes negocian su vida y su destino. Pero, aparte de esa heredad, nos proclamamos hijos e hijas de la Constitución de 1991, la Carta Magna molida en la carrilera de un plan de desarrollo concebido “a la topa tolondra”. Quien tenga la cabeza sobre los hombros, como decía una sabia campesina socorrana, advierte que la locomotora minera es un expreso de la muerte. Mientras en la costa norte, los vagones carboneros destruyen mar y playa, en los sagrados páramos – pedacitos de cielo otorgados por el Creador – se negocian al mejor postor los pulmones de Colombia.
La locomotora minera, ha vendido tiquete de primera clase a sombríos pasajeros, truhanes que trafican con el corazón de la Pacha Mama y por sucios dolaretes, nos dejan sin agua y sin respiro.
Fue su antecesor Alvaro Uribe Vélez, el armador de este engendro de extranjerizar la tierra y poner las líneas de la frontera minera, por encima de la frontera agrícola.
Usted recibió en el inventario la máquina aceitadita. Más aún, engallada con una puerta giratoria que hoy tiene a exministras, exviceministras y exconsejeras del Gobierno Uribista, abrigando los huevitos mineros del Expresidente, fungiendo como curiosas gallinas culecas de las multinacionales.
La pregunta del millón es: ¿Por qué el piloto recibió la locomotora y no la paró a favor del país y el bien común? ¿Por qué decidió incorporarla a un plan de desarrollo que castiga a los productores nacionales y premia con exenciones tributarias al inversionista extranjero? ¿Por qué poner en la picota pública de la ilegalidad al pequeño y mediano minero que durante siglos ha soportado el socavón y con primaria volontad ha sido receptivo a sembrar palitos en el monte?
Suena a paradoja. La misma impronta de muerte que deja un atentado guerrillero contra la infraestructura petrolera y los ríos de Colombia, la describe a su paso la locomotora minera: Manantiales envenenados, acuíferos y sistemas lagunares desecados, tierras estériles, fauna y flora extinguida, es el balance del “progreso”. “Megaminería responsable” es la trama de un cuento chino cuyo descenlace es inevitablemente la muerte de los ecosistemas vitales.
Pero, ¡Oh gloria inmarcesible, oh júbilo inmortal! Mientras el valor de las acciones sube en las bolsas de Nueva York, Brasil y Canadá, para beneficio de los estimulados inversionistas, el corazón de los páramos se retuerce con sus dentelladas.
Las arterias hídricas mueren estalladas entre hilos de cianuro y azufre.
¡PARE LA LOCOMOTORA, SEÑOR PRESIDENTE! Sea un maquinista de la vida y no un sordo maquinador de la muerte. Freno y reversa. Reconocer los errores a tiempo, es virtud de un buen gobernante. Usted ha dado ejemplo de tomar distancia en temas nodales para la paz del país. Dejemos quietos los páramos, Presidente. Convocar el sentido común de la nación y defender el agua es un imperativo ético y político. Es un mandato constitucional.
Declarar la MORATORIA A LA MEGAMINERÍA, como lo exige el Comité por la Defensa del Páramo de Santurbán, no es necedad ni capricho. Es el grito de 100.000 voces que advierte cómo en la Provincia de Soto Norte se fortalece la figura del Para-Estado. Esto es, las estructuras paralelas de gobierno. Las multinacionales hacen fiesta de “inversión social”, allí donde el Estado ha sido negligente y olvidadizo. No sobra recordar el libreto impuesto por Pablo Escobar en las comunas de Medellín. Orgías de billete, comprar jíbaros y mulas, echarlos al abismo y en el narco-congreso declararse supremo salvador de los pobres. “Curioso caballero es don dinero”, rezaba el poeta Quevedo.
Quizo otro santandereano, Luis Carlos Galán, ajustar ese entuerto y cayó masacrado. Hace tiempo navegamos en las aguas sucias de un Estado-Para y un Para-Estado. Hace tiempo naufragamos en ese malabarismo semántico que nos ha conducido al peor de los puertos.
Parar la locomotora minera, hacer acompañamiento a la ciudadanía, en este intento de repensar la región, fortalecer la institucionalidad y la autoridad ambiental es un reto que no se puede soslayar. Urge la afinación científica documental, pero también conversar con el sentido común y el saber popular. Las variables que convergen en este conflicto multicausal, sugieren la construcción de un plan de emergencia que identifique integralmente el mapa económico,ambiental, geofísico, social y cultural de la región.
Parece que la locomotora minera entró al territorio sin mapa, o más aún, con el croquis suministrado por los piratas y delineado por los vasallos criollos. Vergüenza y realidad, no hay estudios referenciales serios, ni información actualizada. Declarar la MORATORIA permitirá que comisiones académicas, comunitarias y de gobierno; reúnan el insumo requerido para decidir en razón y derecho. La protección del agua es principio de vida y está por encima de falsos andamiajes desarrollistas.
¡PARE LA LOCOMOTORA MINERA, SEÑOR PRESIDENTE! El agua y la vida de millones de colombianos y colombianas vale más que las copas de oro en que beben los enterradores de mi Santander y mi Colombia amados!
GABRIEL LATORRE CARVAJAL
C.C. No. 13.840.226 de Bucaramanga
Marchante por el agua y por la vida