Los manuales de patrimonio cultural, sugieren preservar la memoria pero es común que los gobernantes se hagan complices del olvido, mientras los neourbanistas desbaratadores de oficio; se cepillan los dientes y hacen gargarismos con las palabras progreso y modernidad. En nombre de la cosmética urbana, los maquilladores de urbes excavan no solo el espacio público sino los presupuestos. La desnaturalización de los parques llega bajo el pretexto de la restauración. El parque de Santander fue arrasado en su memoria ambiental. Solo se salvaron algunos palitos del medio centenar de plantas que a pesar del abandono municipal constituían eficaz sombrío y microclima. Mala suerte corrieron con este diseño arboricida. Entre motosierras y batidoras de concreto se estableció un nuevo atractivo turistico en el corazón de Bucaramanga, PANACHA: PARQUE NACIONAL DE LA CHAMBONERIA. Un patio donde los arquitectos del calentamiento global exhiben lo mejor de su materia gris: El cemento. Una inversión de 1.800 millones de pesos para levantar ampollas reclinados bajo un sol canicular en poltronas patrocinadas por el Instituto de las hernias discales y el dolor de espalda. Gracias a Horacio Serpa, el mejor Gobernador de Colombia por esta obra ejecutada con lujo de retrasos por un consorcio de la ingeniería barranquillera. El calor de curramba se siente y el carnaval de la contratación, también. En las narices del procer mutilado, las leyes y protocolos de restauración son un fandango administrativo. La ciudad ausente de historia, extravía sus pasos.
por Gabriel Latorre Carvajal
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