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De VIDA: una crónica sobre la actual situación de la libertad de prensa
en Colombia, escrita por una periodista independiente..." Luego de unas
denuncias periodísticas, las cosas se complicaron un poco en cuanto a
seguridad y ayer, a eso del medio día, recibí una llamada de una persona
de la Unidad Nacional de Protección (UNP), era alguien del área que se
encarga de la protección a periodistas.
Después del diálogo necesario y de ponerme a disposición su número de
contacto para cualquier emergencia, colgamos, y no pasaron ni diez
minutos cuando volvió a entrar una llamada de su número. Contesté
pensando que la persona había olvidado decirme algo pero sólo escuché:
"¿Andrea? ¿Te marqué a ti? Ay, perdona. No te iba a llamar a ti, lo que
pasa es que tengo tantos casos que ya me confundo". Nos reímos un par de
segundos y en seguida nos cayó el silencio. Sentí un fugaz escozor en
el estómago cuando aterricé la anécdota y me dio la sensación que esa
persona sintió lo mismo en su mutismo. Entonces pregunté:
—¿Tan mal están las cosas en el periodismo?
—No te imaginas.
Su respuesta fue un lugar común, es cierto, pero no lo dijo con indiferencia, no era uno de esos funcionarios públicos que cumplen con el guión y listo. Les puedo asegurar que la empatía con el dolor o el problema ajeno hasta por teléfono se siente. Después agregó: "estamos recibiendo casos todos los días”, y uno, que no deja de ser periodista, pues aprovecha: "Y si yo te pidiera cifras oficiales sobre estás amenazas a periodistas y lugares en que los amenazan, como para hacer una nota, ¿tú me las podrías dar? Es sólo para hacer un paneo de la situación de la prensa en estos momentos". La persona soltó una pequeña risa cómplice y me dijo: "Mira, yo no te puedo opinar, ni sentar posición, ni dar declaraciones, pero creo que no hay inconveniente en darte cifras oficiales y los datos de territorio". Respondí que con eso era suficiente, que los datos hablan solos y esta persona me soltó un "sí". Pero no fue un "sí" lánguido y escueto, era un "sí" cargado de preocupación. En un par de frases me dejó ver que la libertad para informar en Colombia ingresó a cuidados intensivos. Me pidió que le hiciera llegar las preguntas al correo institucional para darles trámite y antes de colgar me preguntó por otra persona de mi oficio:
—¿Sabes quién es?
—Sí. Su caso me parece más maluco.
—Es que estoy intentando llamar pero no me contesta, quiero que sepa que ya estamos pendiente de su caso. Ya le dejé un mensaje pero no es suficiente. ¿Te puedo pedir el favor a ti de llamar también? Si logras comunicarte, le dices que por favor me llame, le das mi número, yo igual voy a seguir insistiendo.
Y colgamos.
La persona siguió haciendo sus llamadas, supongo; yo me quedé con el pecho oprimido, también me empezó a doler la espalda, como si la caja toráxica se me empezara a achicar por dentro. El malestar no era por mí, en medio de todo lo que está pasando en el país, lo mío es una grandísima idiotez, “pura bulla de algunos patos”, me digo. ¿Pero los colegas? ¿Los del Cauca, por ejemplo? ¿O los del Bajo Cauca antioqueño? ¿Los de Yarumal? ¿Y los del Chocó? ¿Los de Putumayo? ¿O los de Nariño? ¿Los de Norte de Santander? ¡¿Los del Catatumbo, marica, los del Catatumbo?! ¿Los de Córdoba? ¡Jesús! ¡¿Y los de Urabá?! ¡Ay, los colegas! En Medellín no andamos muy bien y, aun así, capital es capital y eso te protege un poco (o eso creo); pero en los territorios rurales no llega el Estado ni en forma de acueducto, ¡¿cómo coños les va llegar protección?!
En pleno empalme presidencial, los ejércitos de la diestra y el orden se envalentonaron (¿alguien habrá dado una orden acaso?). Están asesinando a nuestra gente y a la gente de nuestra gente. Así nos preparan el camino. El gobierno que viene se cimenta sobre el miedo y tiene que vendernos seguridad (democrática, claro) porque eso fue lo que compramos. ¿Nos están matando a nuestros líderes? ¡Pues mano dura, señores, mano dura! ¿Pero mano dura con quién? Acá no son estúpidos, saben que si inician una guerra, o la muerte, o la intimidación —y de forma escalada para que nos vayamos ambientando—, la sociedad se asusta; y cuando la sociedad está asustada es más fácil sustraerle sus derechos civiles. Vendrá más sangre porque son astutos: una acción lleva a una reacción de igual o mayor potencia. Vendrá más sangre y para limpiarla vendrán nuevos estatutos de seguridad. Sólo es lógica matemática: nos vendieron la guerra —otra vez— y la compramos; y lo que se compra tiene un precio. Pero no se confundan ni se angustien, no la padeceremos todos; los ciudadanos de bien seguirán estando bien. La sufrirán sólo los de siempre, los nadie. Y los que se atrevan de esto a informar. (Andrea Aldana)"
—¿Tan mal están las cosas en el periodismo?
—No te imaginas.
Su respuesta fue un lugar común, es cierto, pero no lo dijo con indiferencia, no era uno de esos funcionarios públicos que cumplen con el guión y listo. Les puedo asegurar que la empatía con el dolor o el problema ajeno hasta por teléfono se siente. Después agregó: "estamos recibiendo casos todos los días”, y uno, que no deja de ser periodista, pues aprovecha: "Y si yo te pidiera cifras oficiales sobre estás amenazas a periodistas y lugares en que los amenazan, como para hacer una nota, ¿tú me las podrías dar? Es sólo para hacer un paneo de la situación de la prensa en estos momentos". La persona soltó una pequeña risa cómplice y me dijo: "Mira, yo no te puedo opinar, ni sentar posición, ni dar declaraciones, pero creo que no hay inconveniente en darte cifras oficiales y los datos de territorio". Respondí que con eso era suficiente, que los datos hablan solos y esta persona me soltó un "sí". Pero no fue un "sí" lánguido y escueto, era un "sí" cargado de preocupación. En un par de frases me dejó ver que la libertad para informar en Colombia ingresó a cuidados intensivos. Me pidió que le hiciera llegar las preguntas al correo institucional para darles trámite y antes de colgar me preguntó por otra persona de mi oficio:
—¿Sabes quién es?
—Sí. Su caso me parece más maluco.
—Es que estoy intentando llamar pero no me contesta, quiero que sepa que ya estamos pendiente de su caso. Ya le dejé un mensaje pero no es suficiente. ¿Te puedo pedir el favor a ti de llamar también? Si logras comunicarte, le dices que por favor me llame, le das mi número, yo igual voy a seguir insistiendo.
Y colgamos.
La persona siguió haciendo sus llamadas, supongo; yo me quedé con el pecho oprimido, también me empezó a doler la espalda, como si la caja toráxica se me empezara a achicar por dentro. El malestar no era por mí, en medio de todo lo que está pasando en el país, lo mío es una grandísima idiotez, “pura bulla de algunos patos”, me digo. ¿Pero los colegas? ¿Los del Cauca, por ejemplo? ¿O los del Bajo Cauca antioqueño? ¿Los de Yarumal? ¿Y los del Chocó? ¿Los de Putumayo? ¿O los de Nariño? ¿Los de Norte de Santander? ¡¿Los del Catatumbo, marica, los del Catatumbo?! ¿Los de Córdoba? ¡Jesús! ¡¿Y los de Urabá?! ¡Ay, los colegas! En Medellín no andamos muy bien y, aun así, capital es capital y eso te protege un poco (o eso creo); pero en los territorios rurales no llega el Estado ni en forma de acueducto, ¡¿cómo coños les va llegar protección?!
En pleno empalme presidencial, los ejércitos de la diestra y el orden se envalentonaron (¿alguien habrá dado una orden acaso?). Están asesinando a nuestra gente y a la gente de nuestra gente. Así nos preparan el camino. El gobierno que viene se cimenta sobre el miedo y tiene que vendernos seguridad (democrática, claro) porque eso fue lo que compramos. ¿Nos están matando a nuestros líderes? ¡Pues mano dura, señores, mano dura! ¿Pero mano dura con quién? Acá no son estúpidos, saben que si inician una guerra, o la muerte, o la intimidación —y de forma escalada para que nos vayamos ambientando—, la sociedad se asusta; y cuando la sociedad está asustada es más fácil sustraerle sus derechos civiles. Vendrá más sangre porque son astutos: una acción lleva a una reacción de igual o mayor potencia. Vendrá más sangre y para limpiarla vendrán nuevos estatutos de seguridad. Sólo es lógica matemática: nos vendieron la guerra —otra vez— y la compramos; y lo que se compra tiene un precio. Pero no se confundan ni se angustien, no la padeceremos todos; los ciudadanos de bien seguirán estando bien. La sufrirán sólo los de siempre, los nadie. Y los que se atrevan de esto a informar. (Andrea Aldana)"
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